Blog #ElRompeolas, por Jose Fernández: “PASARELA DE INCOHERENCIAS”
Nada tengo a favor o en contra de los certámenes de belleza femenina o masculina o los que incluyan alguna condición intermedia o mediopensionista entre sexos. Simplemente no me interesan. Mi único acercamiento personal al tema sucedió hace muchos años cuando, en mi condición de joven aprendiz del oficio informativo, tuve que cubrir un certamen de este tipo en una discoteca de moda ya desaparecida y, por falta de quorum, fui propuesto como miembro adscrito al jurado. Estaba por agradar y dije que sí, pensando que nada de fastidioso podía haber en la contemplación cercana de un ramillete de jovenzuelas aspirantes a algún efímero y carnal reinado. El problema llegó cuando, micrófono en mano, los componentes del jurado tuvimos que realizar una ronda de preguntas o acertijos a las contendientes para añadir a la evaluación de las candidatas algo más que las evidentes turgencias que amenazaban con liberarse del marcaje de los escuetos bikinis. Después de haber escuchado la habitual lista de preguntas sobre gustos, aficiones y el listado de cosas que todas ellas se llevarían a una isla desierta, llegó mi turno y no tuve mejor idea que preguntar por la situación de Palestina. No sé si la estupefacción fue mayor entre los organizadores o entre las desventuradas que, medio desnudas, miraban con desconcierto a las luces de colores. No hace falta decir que nunca más fui llamado a completar ningún sanedrín rijoso, ni se me tuvo en cuenta para volver a informar sobre ese tipo de eventos. Ni falta que hacía. Pero no se trata ahora de contarles mi vida, que no interesa a nadie.
Ya digo que este tipo de competiciones ni me escandalizan ni tampoco me entusiasman. Que me dan igual, vamos. Pero sí que tengo algún juicio crítico sobre quienes, recurriendo a la más desvergonzada hipocresía, se pasan el día perorando y prescribiendo sobre lo infames que resultan este tipo de espectáculos y lo necesario que es luchar contra la cosificación (horrible término) de la mujer y el sexismo en todos los ámbitos de la vida… y luego callan como el portón de La Alcazaba cuando un ayuntamiento de su partido organiza un certamen de este tipo en el que, para rematar la juagada, actúa como animador y jurado un concejal de ese mismo partido.
Les hablo del concurso de Miss y Mister Almería 2021, que organizó hace unos días el Ayuntamiento de Vícar (PSOE) y presentó y evaluó el también concejal socialista por Almería, Antonio Ruano. Nada tiene de malo que este edil tenga una propensión natural a la lentejuela y al foco. A mí me gustó durante años pintar soldaditos de plomo y asumo que haya quien encuentre igual de excéntricas ambas aficiones. Lo que ya no tiene un pase es que todo esto venga de la mano del PSOE, que es uno de los partidos más cargantes y fastidiosos que existen a la hora de imponer a los demás lo que debe o no debe hacer y lo que debe o no debe aplaudir, contemplar, apreciar o disfrutar. Recuerdo que no hace mucho, la oposición de izquierdas en el Ayuntamiento de Almería montó una cruzada ética para que se retirase de un cartel municipal que promocionaba una velada de boxeo la imagen de una señorita que anunciaba en traje de baño el número del asalto. Aquello, lo tengo fresco, oiga, era una ofensa a la dignidad de la mujer, un atentado a la igualdad, otro ejemplo de esa cosificación hacia la mujer que caracteriza a la derechona cavernaria, etcétera. En Almería, el PSOE ha movilizado cielo y tierra para prohibir los anuncios de lencería femenina en los espacios municipales porque eran sexistas, como también resultó sexista (para ellas y ellos) el anuncio oficial de los Juegos Mediterráneos de 2005, que naturalmente hubo se ser retirado a instancias de algún chiringuito feminoide sufragado por el PSOE. Ya digo que ni el Santo Oficio resulta más observador en materia de doctrina y fe.
Todo eso está muy bien, y habrá quien se sienta a sus anchas viviendo en la observancia plena de los dictámenes del observatorio moral de turno para evitar que la brigada de guardia talibana se le arroje encima. Fenomenal para el que lo quiera aguantar. Pero lo que digo, y ya termino, es que la incoherencia entre lo que se dice y lo que luego se hace -eso que los muy mayores recordarán como una acepción del término “farisaico”- no sólo sirve para retratar a los caraduras que así actúan, sino que también sirve para detectar el sufragado servilismo de los chiringuitos, observatorios y abrevaderos feministas que, ante esta situación (concurso de belleza organizado por un ayuntamiento socialista y con un concejal socialista en el comité evaluador de las señoras) se quedan igual de calladas que algunas aspirantes a coristas cuando les preguntaban por Yaser Arafat.
