VÍDEO BLOG #Miedodequé?: ¡A las mariscadas!, por Víctor J. Hernández Bru.
Se ha celebrado, como cada año, el Día Internacional del Trabajador. Y se ha celebrado, cómo no, no trabajando. Es algo así como celebrar el Día Mundial de la Música sin que suene ni un solo acorde, el del Baloncesto sin que se lance ni una sola vez a canasta o el Día Mundial del Marisco, me perdonarán la referencia los señores de Comisiones Obreras y UGT, sin que se chupe ni una sola cabeza de gamba.
Es la herencia que nos han dejado, lo repito una vez más, 45 años de estrategia de la izquierda, perfectamente pergeñada para dominar todos los resortes de poder y todos los ámbitos de la sociedad civil en este país, desde la educación y la universidad hasta el asociacionismo y los medios de comunicación.
Es la consecuencia de un tejido sindical dominado por la extrema izquierda, absolutamente ligado a los partidos políticos de dicha tendencia hasta el punto de que en muchas ocasiones no es posible trazar las líneas que los separan, con una finalidad única que no es otra que la de hacer política, la de trabajar en firme y sin disimulo para apoyar la carrera electoral de los partidos de izquierdas, entorpecer todo lo que se pueda los gobiernos de la derecha y desaparecer, reivindicativamente hablando, de la faz de la tierra cuando gobiernan los suyos.
Dos han sido, este año, las líneas argumentales del 1 de Mayo para el sindicalismo rojo. Además de apoyar la última ‘soplaminguez’ de Pedro I El Falso-Pedro Chapote y seguirle en su intención de perseguir totalitariamente a los medios y a los jueces, han vuelto a abogar por la reducción de media hora la jornada laboral, copiando y pegando fidedignamente la propuesta de Doña Rogelia-Astronauta, la ministra de Trabajo y repitiendo como papagayos su estúpido mensaje de que, para ser feliz, es determinante trabajar media hora menos al día.
Seguramente luego les molestará cuando muchos afirmamos con total rotundidad que la principal característica de la izquierda es la vagancia, pero la realidad incontrovertible es que son ellos mismos quienes lo dicen, con sus propuestas. Desde luego que en sus cerebros no cabe la idea de la pasión por el trabajo, del amor a una profesión, la vocación, la satisfacción por cumplir objetivos profesionales. Para ellos el único objetivo es abandonar cada día cuanto antes los bártulos y encaminarse a la marisquería más cercana.
Pero más allá de esta actitud moralmente vergonzosa, ligando felicidad a inacción, luego está esa incultura profesional y económica de no entender que la remuneración debe estar indefectiblemente ligada a productividad. Y escucha uno a doña Carmen Vidal, a la que no se le conoce media hora seguida trabajada, afirmar que en España nos hemos quedado atrasados en legislación laboral con respecto al resto de Europa, sin ser capaz de echar una fugar ojeada a los índices de productividad y comparar en ellos a los de nuestro país con los de aquellos países a los que se refiere.
Doña Carmen, que tiene pinta de no haber pasado de los Pirineos, desde luego no ha visto jamás cómo se trabaja en Alemania, en los países nórdicos, en aquellos lugares donde ella dice que han avanzado laboralmente más que nosotros e intenta, infantilmente, como todo lo que hacen estos sindicatos marisqueros, disfrazar de razonamientos económicos los últimos intentos que estos anacrónicos e inútiles sindicatos de seguir viviendo del cuento sin dar un palo a un charlo, que es lo que llevan haciendo casi medio siglo. El seguimiento de las manifestaciones de esta semana, con menos de 1.000 personas reunidas entre CCOO y UGT en Almería, evidencia que no están siendo muy efectivos en ese objetivo y que el fin de esta carcoma que el sistema social, económico y laboral aún mantiene, en forma de este tipo de improductivas organizaciones, magníficamente regadas y corruptas hasta las trancas como se demuestra con el procesamiento de la cúpula de UGT en Andalucía o con el caso de los cursos de formación, está afortunadamente cerca. Mientras tanto… ¡a las mariscadas!
