VÍDEO BLOG #Miedodequé?: Querido Unai, una cosa es ser sordo… y otra tonto, por Víctor J. Hernández Bru.
Escuchar ayer en la #TertuliaSinComplejos, dirigida por Víctor Arrufat, las palabras del secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo, acerca de las movilizaciones del campo, dejó en mi sembrada la duda de si este señor conoce la diferencia entre ser sordo y ser tonto.
Vaya por delante que leer el currículo profesional del señor Sordo es francamente desolador. Con 51 tacos que tiene ya la criatura entre pecho y espalda, podrá decir bien orgulloso que no ha amagado la raspa en su puñetera vida, vamos, que ha trabajado más o menos lo mismo que el sastre de Tarzán. Con 28 años, esta criaturica del señor asumió la secretaría de la Juventud de CCOO en el País Vasco, es decir, que hasta esa fecha había militado en alguna empresa de la industria de la madera durante más o menos cinco años, aunque claro, para llegar a ese puesto, el tipo habría de liberarse varios años antes. Vamos, que casi se libera antes de empezar a rellenar su vida laboral. A partir de ahí, cargos y más cargos que tú, querido oyente/lector, hemos pagado con nuestros impuestos para que este tipo se rascara la barriga a cinco manos mientras dinamitaba la actividad productiva de las empresas.
Pero vayamos a sus palabras, que ya digo que no tienen desperdicio. Decía el tertuliano de los miércoles, Rafa Burgos, que no se pueden decir más burradas en menos tiempo. Y no lleva razón: a este tipo tú lo picas es capaz de superarse, porque la burricie es un estado que cuenta con la cualidad de multiplicarse con el paso del tiempo.
Mientras nuestros agricultores claman para que se les deje de asfixiar con una Agenda 2030 que es sinónimo de ruina para la producción y de venta de nuestros sectores productivos y nuestra alimentación al Tercer Mundo, el tipo se dedicaba a afirmar que estas movilizaciones no las hacen trabajadores sino empresarios del campo, como si las personas que están al frente de las explotaciones agrícolas fueran como él, es decir, que no hubieran trabajado en su vida.
A un tipejo como éste, acostumbrado al sectarismo y a la dictadura sindical que le permite hablar con desprecio sobre cualquier movilización que no hayan propuesto él y sus secuaces, lo único que le deseo yo es lo que peor que se le puede desear: que se tire siquiera una semana trabajando al son de cualquier agricultor almeriense, levantándose de noche y trabajando todo el día para ver si llega a pagar el crédito campaña, mientras él come gambas en cualquier marisquería de Madrid, mientras se descojona de cómo se cachondea de todos los que le pagamos la cuenta.
Pero dijo más. Afirmó, el muy mameluco, que estas manifestaciones no están convocadas por los sindicatos de trabajadores, es decir, por los chiringuitos que le dan de comer a él y al resto de estómagos agradecidos y paniguados para dinamitar a las empresas, como si esto fuera un desdoro contra tales movilizaciones.
Sinceramente, comprenderán los que me conocen, que en este momento estoy echando humo por las orejas, porque no termino de entender cómo los españoles les seguimos pagando la vida a esta clase de gentuza que encima vienen a darnos lecciones de todo sin haber pegado jamás un palo a un charco. ¿Ves, querido Unai, como no es lo mismo ser sordo… que tonto?
