VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
No me gustan los partidos políticos, ésa es la genérica realidad. Nunca he militado en uno, ni creo que lo haga, porque sus estructuras me parecen demasiado rígidas, porque me resulta altamente sospechoso que todos sus integrantes tengan tan alto grado de opiniones coincidentes en casi todo y porque no creo que tardaran mucho en echarme si se me ocurriera ingresar alguna vez en uno de ellos.
Sin embargo, a pesar de que la realidad práctica posibilite a los concejales quedarse sus actas cuando se marchen del partido por el que se presentaron, es más que evidente que, con el sistema actual, los ediles llegan a serlo porque representan unas siglas.
Que una serie de señores les pidan a la ciudadanía sus votos bajo un partido político y luego rompan con él es absolutamente legítimo, pero lo lógico sería que reconocieran que esas actas pertenecen al partido.
No voy a entrar al fondo de la cuestión por la cual dos concejales de Vox se han marchado del partido; y no lo voy a hacer precisamente porque la controversia ha emanado precisamente de la disconformidad de ambos para con unas normas que son internas del partido, las cuales debían conocer perfectamente cuando se dieron de alta en él y, sobre todo, cuando decidieron presentarse a las elecciones municipales bajo su paraguas.
Arremeter ahora contra el partido que los acogió en sus listas, criticar unas normas que debían conocer, insultar y descalificar a los que hasta ayer eran sus compañeros de formación y quedarse con unos lugares en el pleno municipal que corresponden a una lista de un partido al que ya no pertenecen es, sin duda alguna, orinar a varios metros del tiesto.
Sin embargo, en esto, como en otras tantas cosas, como en la urgente reforma de la Ley Electoral, los culpables son los políticos y, sobre todo, los grandes partidos, que no han querido abordar una serie de cambios legislativos que son absolutamente perentorios.
Mientras nuestra clase política siga mirando hacia otro lado, ante sucesos de flagrante desobediencia al mandato popular, nuestras instituciones seguirán arrastrando un importante lastre en cuanto a su relación con la ciudadanía.
