VÍDEOBLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
Me satisface, tengo que reconocerlo, la medida adoptada por el presidente de la Diputación de Almeria, Javier Aureliano García Molina, de renunciar a un puesto de salida en las listas al Congreso de los Diputados de cara al 1-O.
Escucho bastante especulación sobre si ha sido una medida voluntaria o le han empujado a que se centre en la presidencia de la Casa Provincial, que no es cosa menor; pero la noticia que ha trascendido, la que yo tengo a hasta hora del día y la que, por tanto, puedo valorar, es que la decisión ha sido suya.
Digo que me satisface, sin que sea tampoco algo de un mérito extraordinario, pero la realidad es que rompe una tendencia que no sólo no me gustaba, sino que incluso me parecía irrespetuosa con las instituciones y con los votantes.
No se trata ni de una cuestión de capacidad ni de un tema de valía personal, sino simplemente de ubicuidad: una misma persona no puede estar, al mismo tiempo, atendiendo las cuestiones derivadas del cargo de presidente de la Diputación y las de diputado nacional; no se puede estar al mismo tiempo en Madrid y en Almería; no se puede defender a la provincia a 600 kilómetros de aquí, mientras se atienden las reclamaciones de los ciudadanos en el despacho de Navarro Rodrigo.
Y seguramente ése es el defecto principal que le veo a nuestros políticos: su nivel de alejamiento del ciudadano, su desinhibición de todo lo que no sea una foto, un postureo, un acto, una pose en redes sociales. Necesitamos representantes que nos atiendan, que nos abran las puertas de sus despachos, que conozcan nuestros problemas y se interesen por ellos, hasta el punto de echar todas las horas necesarias en solucionarlos.
Para mí es más que evidente que un presidente de Diputación ni puede ni debe permitirse echar tres días a las semana lejos de los ciudadanos a los que representa y de los municipios a los que sirve; insisto, por mucha capacidad que pueda tener.
Me parece una buena decisión, sobre todo si viene acompañada por una actitud abierta de involucrarse con la gente que ha posibilitado que el presidente lo sea, es decir, los votantes, a los que a mí me gusta denominar “clientes”.
