VÍDEO BLOG #MINUTO92, por Víctor J. Hernández Bru.
En España, en la actual y ya longeva etapa democrática, presidentes ha habido muchos y de muy diferente talante, preparación, capacidad, desparpajo y, en definitiva, pelaje.
Ha habido presidentes con pasado franquista que resultaron ser capaces de trazar la mayor reconciliación política de estos 40 años; ha habido otros que apenas duraron medio asalto; alguno cuyo principal valor fue el carisma, pero que ha pasado a la historia como hombre de Estado; los hemos tenido también con capacidad de hacernos creer que España podía ser una potencia; alguno que llegó a la cúspide subido en una ceja y terminó saliendo por patas, perseguido por sus propias medidas y por la virulencia de la peor crisis; y quien entre trabalengua y trabalengua, con cara de ingenuo, redujo la deuda más acuciante que hemos tenido.
Todos ellos han contado verdades y mentiras, todos han colocado a amigos y tomado medidas equivocadas, todos han aportado algo positivo a nuestra historia, aunque en algunos casos han dejado bastante más carga negativa.
Pero hasta ahora no habíamos tenido ninguno que hubiera hecho de la mentira su principal seña de identidad. Incluso el inefable José Luis Rodríguez Zapatero, que llegó a negar que atravesáramos una crisis económica hasta que no escuchó a los gendarmes económicos de la Unión Europea echar abajo a porrazos la puerta de La Moncloa, siempre pareció creerse lo que estaba diciendo.
Nunca hasta ahora, habíamos encontrado un presidente del gobierno que mintiese con la facilidad, suficiencia y desparpajo que lo hace Pedro Sánchez Pérez-Castejón, un tipo capaz de repetir una y otra vez que la única salida para la situación política actual es la de apoyarle a él, lo cual solicita incluso al Partido Popular, a cuyo líder llegó a humillar repitiéndole en la cara una y otra vez aquella estupidez del ‘no es no’; un tipo que ha unido la conjunción de su nombre y apellidos de manera ya eterna al embuste, a la trola y la tomadura de pelo; a la falsedad y la bola; al bulo y al fraude; a la falacia y la farsa; a la engañifa y la patraña.
Pero la desvergüenza más palmaria, la muestra más sólida e inquebrantable de cara de cemento, de insulto a la inteligencia de lo que él considera la plebe ha sido su última propuesta. Del creador de la moción de censura presentada por él mismo a un gobierno que tenía la más amplia mayoría que desde entonces ha disfrutado nadie en España, de la conjunción con los herederos de ETA, los independentistas catalanes y vascos y los populistas de Podemos con tal de tocar pelo, de llegar al poder, llega ahora la propuesta estrella: que gobierne la lista más votada.
Mi pregunta es evidente: ¿cómo se puede tener el pétreo rostro, la cara de hormigón armado de proponer que gobierne la lista más votada, habiendo llegado a La Moncloa por medio de una moción de censura contra el partido en su momento más votado?
