#ElMonoDesnudo: ‘De maternidades y robos de bebes’, por Gloria Pérez de Colosía.
Pese al panorama político, social y de soleado tiempo torrijero que en estos días inunda España, la noticia de la tardía y por sustitución maternidad (o abuelidad) de Ana Obregón es la que más minutos de prensa, redes sociales y conversaciones de bar ocupa, y yo, que a veces también sucumbo a las masas, quiero dedicar unas palabras a la reflexión de tan complejo debate.
Por cierto, el término abuelidad no es invención mía. Lo acuñó en 1980, la médico psiquiatra y psicoanalista Paulina Redler.
No hay duda de que el debate no es solo jurídico, sino también moral y ahí es donde perdemos las formas, los fondos y la compostura. He leído y escuchado críticas de ambos extremos, unas hacia Ana Obregón en particular y la gestación por sustitución en general, y otras hacía quienes creen en la necesidad de su legalización, muchas de ellas excediendo la educación y el respeto.
Desde un punto de vista legal, en España la gestación por sustitución está prohibida, es una práctica ilegal sin matices y un contrato que regule este negocio será nulo de pleno derecho. La solución para no dejar en tierra de nadie a esos bebes traídos de países donde esta práctica si es legal, la dio en 2010 una instrucción de la entonces llamada Dirección General de los Registros y del Notariado, inscribiendo en el registro central al bebé que viene, ya del país de origen con una resolución judicial que determina su filiación.
“Quien hizo la ley hizo la trampa”, se podría decir, y no creo equivocarme calificando de hipócrita a una sociedad que mantiene prohibido un negocio que choca frontalmente con la concepción más tradicional de la reproducción en términos religiosos, pero reconoce la existencia de su producto al regularizarlo una vez llega aquí.
Un cerrar los ojos con un diplomático “bueno, vale, pero yo no he sido”.
Mucho más compleja es la opinión moral, porque el deseo de tener un bebe y formar una familia es, innegablemente, un deseo natural, pero no es un derecho y creo que puede tener más que ver con querer reproducir la carga genética que con realmente formar una familia.
Y, si ciertamente la gestación por sustitución ocurre y el sistema español la regulariza al llegar aquí el bebé, quizá no sería tan de hipócritas sentarse a debatir su inclusión en nuestra legislación, pero es un debate que no va de opiniones de bar y cañas, sino de que un grupo polivalente y de expertos establezcan las normas y condiciones, teniendo en cuenta el mínimo impacto para los derechos de todas las partes
Pero, si dejamos a un lado el entretenimiento que ha proporcionado Ana Obregón, que no podía ser de otra forma, pues ella es ella, y nos olvidamos del debate sobre su edad, sobre el morboso origen del aportado, y sobre el hecho de que haya sido a través de una gestación subrogada ¿qué nos queda en realidad?.
En mi opinión, lo que subyace es ese deseo natural, y admirable, pero a veces también desmedido y enfermizo, de tener un mini nosotros en el que perpetuarnos, y el terrible contexto en el que en ocasiones esto se produce.
Mientras Ana llena minutos de críticas y alabanzas, la semana pasada, en el pueblo de Don Benito, se detenía a una pareja por la compra de un bebé. Habían contratado los servicios de una nacional rumana, embarazada, a la que trajeron a España para que, por sustitución, esto es vientre de alquiler, diera a luz en el hospital a su bebé, que ellos iban a quedarse. Le habían pagado el viaje a España y 2000€ y ella había renunciado, voluntariamente, a la filiación de su bebé.
Misma situación, una maternidad por sustitución. Distinto entorno. ¿ha pasado así en Don Benito porque es una práctica ilegal en España o su legalización haría de esta historia algo cotidiano?.
Hay historias individuales con una trayectoria vital bonita y tierna, pero hay otras que no.
Es palmario, llegado a este escenario, y teniendo en cuenta que en España hay más de 40.000 niños que viven en orfanatos, una de las posibles soluciones. Impulsar y facilitar la adopción, haciendo más fácil el proceso, largo, tedioso e irritante, a las familias que lo inician.
Y debatir, debatir en serio.
Pero nos gusta el salseo y la escueta punta del iceberg, porque somos ese mono desnudo incapaz de utilizar un sentido objetivo y no vemos las cosas como son, las vemos como nosotros somos, y esto nos pierde. Y nos perderá.
