#Blog #ElMejorApaño: Buen político y buen gestor no son incompatibles, por Antonio Jesús Hidalgo.
Si existe una frase que puede describir el proyecto político de algunos representantes públicos actuales, fue la pronunciada por el ensayista inglés Aldous Huxley, que afirmó que “cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje”. Reducido al absurdo es algo así como que, aquel político que le importa una verdadera mierda las consecuencias que pudieran acarrear para sus administrados su gestión y sus decisiones, jamás le escucharás un “no” o un “imposible” por respuesta. Son aquellos comúnmente conocidos como buenos políticos, siempre nos dicen aquello que queremos escuhar.
Claro está, que habitar continuamente en la mentira, recurrir constantemente a un lenguaje demagogo y exportar un modelo de vida hipócrita tiene unos riesgos y unos límites; en este sentido todos estamos pensando en algún político (sobre todo de índole municipal que les conocemos más de cerca), que es capaz de pensar una cosa, decir otra diferente y después actuar de manera distinta a lo razonado o manifestado. Desde luego eso tiene fecha de caducidad. Ya lo dijo Lincoln, y es que “puedes engañar a todas las personas parte del tiempo y a algunas personas todo el tiempo, pero no puedes engañar a todas las personas todo el tiempo”.
Con estas líneas quiero mandar una reflexión, y es que el ciudadano tiene que elegir a la hora de depositar su voto entre el político gestor que, analizando desde un punto de vista objetivo el escenario económico/social, tiene que coger el toro por los cuernos y ponerse a adoptar decisiones, olvidándose de ideología y políticas demagógicas, para afrontar la realidad y aportar soluciones. O por el contrario, a aquel otro político, que le vende la burra. El que tiene como proyecto o programa lo más parecido a un catálogo de ofertas o a una tómbola (siempre toca); prometiendo puestos de trabajo, bajada de impuestos, vivienda para todos, bla, bla, bla…es decir un panorama idílico, como si viviéramos en el modelo de Alicia en el país de las maravillas. Y lo más grave es que nos traten como a idiotas, como si no supiéramos ya, o no tuviéramos experiencia de lo que acarrean esas gestiones; pensemos en la Junta de Andalucía socialista; en la que nos vendrá después del sanchismo; o en municipios como Níjar y Vícar, que no salen del pozo.
Además lo indignante, es que esas gestiones supuestamente “buenistas”, solo tienen bueno para ellos. Ya que siempre y casualmente tienen unos sueldos políticos astronómicos; con una red clientelar alrededor muy bien pagada, que les mantiene y les soba el lomo; un sistema de ayudas, que no verifica la verdadera necesidad, ni el fin de las mismas, sino dar dinero para no producir, generando dependencia y compra de votos. Por supuesto todo ello, sufragado con unos ingentes impuestos al que trabaja y arriesga, que al final produce ruina y destrucción del tejido productivo, del empleo y de la riqueza de cualquier sistema. Pero eso no les importa, porque ya se habrán llenado los bolsillos y que arree el que venga detrás.
Aboguemos por esa conjunción de características. Tiene que desaparecer la mentira y la holgazanería del escenario político, aunque las medidas del ejecutivo central vayan en sentido inverso, porque en caso contrario, no me extraña que la ciudadanía, tenga la imagen que tiene de los políticos…demasiado bien nos va.
