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#Blog #ElMejorApaño: Dictaduras democráticas por Antonio Jesús Hidalgo

#Blog #ElMejorApaño: Dictaduras democráticas por Antonio Jesús Hidalgo.

No es una cuestión ni mucho menos simple la teoría de la división de poderes (Montesquieu), a la hora de la configuración inicial de los estados modernos, que tras la revolución francesa, piensan y con mucho acierto al diseñar las estructuras del poder de las democracias actuales, en dividir los distintos estamentos, de tal forma que supongan un freno, unos límites, unos controles mutuos y una manera de compensarse entre sí, como mecanismo para acabar con las monarquías absolutistas y autoritarias (concentración de todo el poder en la misma persona) y dar lugar a las sociedades avanzadas actuales.

En ese equilibrio de poderes, donde el Legislativo cuyos representantes los designa el pueblo, aprueban las leyes; el Ejecutivo, formado por los miembros del signo político mayoritario, gobierna/dirige y el Judicial, administra justicia, todos están sometidos al impero de la ley, como pilar fundamental del Estado de Derecho. Surgiendo a posteriori y con el desarrollo de los sistemas otras fórmulas y órganos de control secundarios y accesorios, para mayor seguridad jurídica (pensemos por ejemplo en el Tribunal de Cuentas) o incluso órganos supranacionales a los que se le ha ido cediendo cierta soberanía, como la Unión Europea.

Nuestro ordenamiento cuenta con una norma, la Constitución Española del 78,  que es fundamental, tanto por su contenido en sí al tratarse de ley cabecera y cúspide del sistema, como por su formalidad, ya que supuso enterrar al Franquismo, unir a las dos Españas y conseguir los mayores índices de consenso político de la historia democrática de nuestro país. Lo que ha originado que en estos últimos 40 años en España, hayamos sido testigos de una etapa de desarrollo económico, social y político nunca antes visto, a pesar de las actuaciones de algunos dirigentes que han puesto de manifiesto ciertas deficiencias del sistema.

Ahora, después de más de 4 décadas de democracia bajo el constitucionalismo, la reflexión política más coherente debiera ser pulir esas carencias, ¡vamos pienso yo!; aumentar en controles para evitar la corrupción política; mejorar la transparencia institucional; garantizar la independencia judicial, evitando la mezcla de poderes (que un ministro sea Fiscal General o miembro del CGPJ dice poco o nada de esa desvinculación); corregir el sistema electoral para evitar los privilegios vinculados a la circunscripciones electorales provinciales; avanzar en la desaparición de los desequilibrios territoriales y la financiación autonómica…

Sin embargo, la elección del ejecutivo actual es precisamente lo contrario, deshacer todos los controles de legalidad, entre ellos el más importante, el judicial (eliminando delitos, bajando penas y controlando a los jueces); el dominio de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías, poderes fácticos que sirven de información “libre” al pueblo; la compra de sindicatos regados de dinero público…etc., con la única finalidad de concentrar el poder en quien gobierna. Luego, si el mismo que legisla, gobierna, administra justicia, domina los medios y los sindicatos, sin límites ni controles, ni siquiera el de legalidad…¿qué nombre le ponemos al niño?…cualquiera menos democracia. Sin sometimiento a la Ley no hay Justicia. Sin Justicia, no hay Libertad. Y sin Libertad no hay Democracia.

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