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Fuese y no hubo nada

Radio Blog: «Fuese y no hubo nada», por Antonio Felipe Rubio.

Antonio Felipe Rubio

Zapatero ha estado en Almería. Su vista no pudo ser más intrascendente e inocua, salvo por la mesnada sociata que rinde pleitesía a semejante semoviente: “bobo solemne” (Mariano dixit).

ZP protagonizó una de las peores presidencias que se recuerdan durante el ejercicio del poder, aunque sus execrables reminiscencias son más ofensivas, si cabe, para representar España allende las fronteras do mora el asqueroso populismo de sus conmilitones del Grupo de Puebla; es decir, lo peor de cada casa.

ZP explicó con su exasperante y balbuciente requilorio que la agricultura almeriense no necesitaba el Plan Hidrológico Nacional ni el trasvase del Ebro: “¿los resultados de la agricultura almeriense no han sido tan malos, verdad?”. Así se despachó este espécimen que, a continuación, aseguraba que “mañana voy a El Ejido para conocer la agricultura almeriense más de cerca”. Nuevo episodio de la saga de apresurado aprendizaje para tontos y bobos “Agricultura para Dummies”. En su día, Zapatero asombró al mundo doctorándose en Economía con sólo dos tardes de docencia a cargo de Jordi Sevilla. Excuso decir que de su experiencia agrícola jamás se supo: y luego, incontinente, caló el chapeo, requirió la “Espadas Cejas”, miró al soslayo, fuese y no hubo nada.

Del residuo intelectual que ha podido dejar la visita de Zapatero me enoja enormemente la cita “socialismo en la memoria de Joaquín Pérez Siquier”. Conocí a Joaquín, primero como mi profesor de COU en las Jesuitinas. Después, le conocí más de cerca manteniendo largas conversaciones sobre la ideología de izquierdas y las inquietudes sociales e intelectuales que adornaban a este irrepetible representante de un socialismo digno, respetable y respetuoso. Todo lo contrario a la zafiedad que ocupa el actual espacio de zapaterismo y sanchismo, así como sus acólitos; algunos me recuerdan a aquellos que, en su indigencia intelectual, tildaban a Joaquín como “El sobaco ilustrao”. Le llamaban así porque llevaba siempre bajo el brazo un ejemplar de El País y un par de libros, que devoraba con rapidez. Mientras tanto, en la sede socialista almeriense se confeccionaban las listas municipales en función de la puntual asistencia a las partidas de dominó. Ese era el patrón intelectual para granjearse una concejalía.

No me imagino qué podría pensar mi admirado profesor si levantara la cabeza al verse rodeado por este erial intelectual de pretendidos socialistas. Nefandos dirigentes se prodigan en la degradación de instituciones sensibles, equiparándose con la mayor bajeza política que asiste al actual gobierno sanchista.

La penúltima es la cacicada bolivariana de cambiar el formato de votación para meter a la zorra a cuidar las gallinas; o sea, incluir a los que atentan contra la unidad de España en la Comisión de Secretos de Estado y el CNI. Esta es la respuesta a los golpistas catalanes por el asunto Pegasus. Pero ahí no acaba la voracidad revanchista de los secesionistas.

La interminable infamia de esos gobernantes no conoce fronteras. Ahora se plantea por la gentuza que apoya a Pedro Sánchez cobrarse la cabeza de la ministra de Defensa, Margarita Robles; la única del gineceo ministerial que marca evidentes diferencias y salva los muebles ante tanta estulticia. Al ministro de Cultura, Pepe Guirao, le sucedió en el escaño Indalecio Gutiérrez (contraste de proporciones abisales). Con semejantes recambios, cuando acaben con Margarita Robles podemos esperar el advenimiento de otra nueva esperanza para Occidente.   

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