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Quique González conduce a sus seguidores en un viaje por canciones repletas de imágenes y vívidos recuerdos

El artista madrileño, despedido con una ovación de más de tres minutos, encandiló anoche en el Auditorio a su paso de la gira ‘Sur En El Valle’.

Resulta una deliciosa costumbre que un artista visite la ciudad con cada uno de sus nuevos proyectos. Así lo lleva haciendo Quique González con prácticamente cada uno de los discos que ha publicado a lo largo de su carrera, en las últimas ocasiones de la mano del Área de Cultura y Educación del Ayuntamiento de Almería, que no dudó en incluir una escala de su nueva gira en el Auditorio Municipal Maestro Padilla con la gira de su último álbum, ‘Sur En El Valle’, como ya hiciera hace dos años con la de ‘Las Palabras Vividas’ o, anteriormente, en el Teatro Apolo, entre ‘Clase Media’ y ‘Me Mata Si Me Necesitas’. Anoche, el principal espacio escénico de la ciudad alzaba el telón para recibir la nueva propuesta del madrileño, tan reconocible como siempre, tan remozada como dicta la necesidad de un artista alejado del hábito acomodaticio.

Siempre en movimiento pero siempre con los pies en el suelo, Quique González ha dotado a su carrera musical de una coherencia y línea clara sin que por ello signifique que se abrace al continuismo o a lo estático. Dentro de la aparente sencillez de los aspectos formales, cada uno de sus discos y posteriores giras representa un paso más. Y es en ese equilibrio, entre la grandeza y la humildad, donde encontramos a su música. Como un recuerdo que siempre ha estado ahí o como al mejor de los amigos con el que se conecta al instante.

Si se arropaba de una banda de rock más ‘al uso’ con Los Detectives en ‘Me Mata Si Me Necesitas’ y sacaba su lado más lírico con ese poeta de alma rockera que es Luis García Montero en ‘Las Palabras Vividas’, para esta entrega Quique confía la producción precisamente a un nuevo compañero de vivencias y experiencias. Toni Brunet, uno de los coproductores del anterior álbum, es quien comanda en este caso los mandos. Y en este viraje se encuentra un punto medio entre esos dos extremos. Con Brunet en guitarra y coros, Quique (voz, guitarras y armónica) completa la banda de esta gira con Edu Olmedo a la batería, Diego Rojo al bajo y contrabajo (en sustitución de Jacob Reguilón) y Raúl Bernal en teclados, hammond y acordeón.

Voz en primer plano, importancia del respiro, especialmente notable en las baterías, canciones que casi parecen esbozadas en su estructura, sin que por ello puedan camuflar el inmenso trabajo que hay detrás de ellas son los denominadores comunes de la propuesta de ‘Sur En El Valle’, un álbum que estuvo representado anoche por hasta 8 de los 24 temas del repertorio, que a su vez guardaba más concesiones que en otras ocasiones a lo que podría llamarse ‘grandes éxitos’. Y otro dato objetivo más: de su anterior visita a esta solo seis canciones repitieron, algo que dice mucho tanto del compromiso del autor como de la calidad de sus creaciones.

El concierto arrancó con la misma triada que lo hace su último disco. La homónima ‘Sur En El Valle’, ‘Lo Perdiste En Casa’ y ‘Amor En Ruta’ abrieron la velada en una puesta en escena simulando los faros de un coche conducido por Quique González sobre líneas pintadas de la carretera, luces de posición y la luna en el punto de fuga. Una invitación a viajar como eje argumental, la primera como un medio tiempo que se hace cada vez más intenso en el crescendo y en la progresiva fuerza adquirida por la banda, más críptica pero ágil en las formas la segunda,  y la tercera, preciosista, con esos fraseos sobre la batería de Olmedo y el estribillo sobre el piano, con la belleza de los acordes de guitarra, por momentos arpegiados.

Pero la noche guardaba muchas sorpresas y llegaron pronto con las hechuras country de ‘Pájaros Mojados’, el enorme crescendo de la coda de ‘Caminando En Círculos’ con unas excelentes líneas de bajo, el pesar del antihéroe muy a lo Springsteen de ‘La Fábrica’ o la más negra ‘Parece Mentira’, absolutamente certera, completando el doblete de ‘Delantera Mítica’ que sería el disco más recordado tras ‘Me Mata Si Me Necesitas’. Pero a Quique le gusta siempre sorprender con ‘rarezas’ y así se tomó la inclusión de la perdida ‘Betty’, de ‘Avería y Redención’ en la que esa referencia al autostop del texto reforzaba el sentido de la propuesta visual. El bloque culminaría con ese bello ejercicio de armonías en las dos acústicas en ‘Daiquiri Blues’.

Para el segundo tramo del concierto se recuperaría otro ‘hat-trick’ de temas nuevos. ‘Alguien Debería Pararlo’, con su habitual cameo cinematográfico, en este caso Scarlett Johansson, “a ver si un día me llaman a mí para hacer uno”, bromearía, y esencia de escuela americana, ‘Jade’, que destacó por la ambientada iluminación verde de los focos y su accesibilidad, y ‘Te Tiras A Matar’, con unos excepcionales arreglos de piano cercanos al jazz en el inicio y más de blues en las cuerdas para la segunda parte. ‘Su Día Libre’, siempre ampulosa y algo decadente se intercalaría entre la también novel ‘Tornado’, sutil e íntima con esas percusiones con las manos y una organicidad embriagadora.

Para el tramo final hacia la despedida oficiosa, el protagonismo recayó en ‘Me Mata…’. Primero con ‘Detectives’ y su tempo de batería vivo y sostenido, preludio de la muy celebrada ‘Salitre’, con ese tintineo inconfundible de su comienzo. ‘No Es Lo Que Habíamos Hablado’ recuperó las texturas de blues con un gran solo final de Toni Brunet. Su Fender también brillaría con la épica, de nuevo Bruce, de ‘Kamikazes Enamorados’. La primera despedida, tras la belleza melódica del acordeón de ‘Se Estrechan En El Corazón’ llegaría con ‘La Casa De Mis Padres’, gigante canción que confesó haber terminado quedándose cuatro días en Almería y en Cabo de Gata. Impresionante y al límite.

Pero todavía quedaba más. Quedaba la madrugada de un ‘Dallas – Memphis’ de la NBA reconvertida para la ocasión en una ranchera ‘sabiniana’, la tensa en guitarras pero con una excelente dinámica de bajo y teclas de ‘Puede Que Me Mueva’, recordar la primera visita a Almería, en El Zaguán, con ‘Y Los Conserjes De Noche’ para, puestos en pie, darse el último baile con el rock canónico de ‘Vidas Cruzadas’ con la que Quique se colgó la eléctrica por primera vez en toda la noche. Lo merecía, como también la ovación del público durante más de tres minutos a Quique y su banda. Y si no fue más es porque, abrumado, se acabó retirando.

En el eco quedaría la esencia de un timbre imposible y personalísimo. La nostalgia en el punto de no retorno. El dolor congelado en su punto más bello.

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