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¡QUE VIENEN LOS SUECOS!

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Vídeo Blog #ElRompeolas, por Jose Fernández: “¡QUE VIENEN LOS SUECOS!”

Alguna vez he escrito que en Almería la queja es un medio de transporte polivalente, ecológico y sostenible, porque es rápido, apenas consume energía y genera un movimiento capaz de retroalimentarse permanentemente. Esa es una de las razones por las que todo -insisto, todo- es capaz de generar el suficiente malestar o descontento como para que alguien escriba algo en sus redes sociales, unos cuantos más le copien y algún redactor falto de temas lo vea y acabe trasladando a su medio ese “sentir ciudadano” revistiéndolo del marchamo oficial de noticia bajo titulares llamativos que, a ser posible, incluyan expresiones como “los almerienses quieren que”, o, mucho mejor aún, “arden las redes”. Pero bueno, es el signo de los tiempos que nos han tocado vivir y tampoco merece la pena traspasar los límites de la melancolía que genera recordar los tiempos en los que las noticias debían de pasar varios filtros en la redacción antes de ser publicadas.

Lo que vengo a decir es que en Almería la dinámica de la queja está muy por encima de la realidad y de los hechos. Aquí somos capaces de quejarnos por una cosa que no se cumple y luego porque esa cosa se haya cumplido. El caso es quejarse. Veamos el recientísimo ejemplo del anuncio de la próxima apertura de la marca sueca de muebles IKEA. Quizás lo hayan olvidado (ahora las certezas nos caducan a los dos días) pero cuando la multinacional sueca anunció que se instalaría en Almería y pocos meses después anunció que paralizaba el modelo de expansión de sus tiendas físicas en todo el mundo, hubo llanto y crujir de dientes por el hermoso terreno que la marca había reservado en la zona norte de la Rambla. Naturalmente, la culpa de la decisión de la multinacional sueca era del alcalde, que parecía tener más contactos con Suecia que Alfredo Landa en ‘Manolo La nuit’, esa gran película injustamente olvidada. El alcalde, el Ayuntamiento y, por elevación, todo el PP era culpable de la enorme decepción que suponía la noticia para los almerienses y un nuevo ejemplo de cómo una gestión política muy deficiente frustraba las expectativas y las ilusiones de los almerienses, bla-bla-bla. Grandes días que pasaron los responsables de las redes del partido socialista lanzando mensajes, e incluso mandaron allí a un concejal envuelto en un pañuelo palestino, como si fuera el cuñado de Yaser Arafat, lamentando la pésima gestión del alcalde, etcétera. Luego salió la rondalla habitual con el cántico de “Almería es el culo del mundo” y que estábamos olvidados y que vaya pena vivir en esta ciudad, etcétera.

En buena lógica, ahora que la empresa sueca ha anunciado que retoma el modelo de tienda física y que piensa abrir su esperada tienda en Almería en el verano de 2023, todo ese duelo y quebranto debería haberse convertido en felicidad y entusiasmo. Pues no. Recuerden que vivimos en una ciudad en donde el optimismo es considerado una señal de mala educación o de estar mal informado. Por lo tanto, en lugar de pensar en las facilidades que vamos a tener para que nuestra casa parezca un gastrobar como Dios manda, o en todos los puestos de trabajo que va a generar esa apertura, la reacción a la noticia pasa por el enorme daño que la apertura de IKEA va a hacer al comercio almeriense, especialmente al del centro y, de manera muy lacerante, al sector del mobiliario local. Así están las cosas. Naturalmente, ya se ha vuelto a sacar a pasear al alcalde en este asunto, y del mismo modo que antes era el culpable directo de la cancelación, ahora es el responsable directo de la apertura, llevado de vaya usted a saber qué oscuros intereses.

Bueno, pues esta es la ciudad en la que vivimos y a la que, a pesar de todo, amamos hasta las trancas. Así que habrá que tomarse las cosas con un poco de tranquidad, como cuando tenemos que enfrentarnos con unas instrucciones manifiestamente mejorables al complejo montaje de la estantería «Gataflören», que debería ser un homenaje de IKEA a ese estado de opinión tan común en Almería que consiste en gemir y chillar cuando no y también cuando sí.

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