VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ? Eutanasia: tarugos dejándose la vida por defender una ley que no han leído, por Víctor J. Hernández Bru.
Uno podría decir que da mucha pena observar cómo el patio político se ha convertido en un parvulario en el que los jóvenes polluelos no hacen otra cosa que esperar a ver qué tiene que decir el maestro para repetir con él hasta aprenderse la lección. Sin embargo, tras analizarlo fríamente durante el fin de semana, sin pasión ni acaloramiento ninguno, realmente la sensación que más se parece a lo que siento es asco.
Asco por ver a tantos políticos, en este caso, en esta legislatura concretamente de la izquierda, haber perdido absolutamente la personalidad, ser capaces de defender a capa y espada de dejarse la vida por mantener posiciones que son justo las contrarias a las que ellos mismos defenderían en conciencia, que se alejan de lo que decían hace un par de años y que tan sólo mantienen debido al puñetero miedo a perder el sillón o el favor de sus jefes, a convertirse en apestados en esa gran carta a los Reyes Magos en que se han convertido sus partidos políticos.
Da verdadero asco ver a tanto cerebro rapado, a tanta gente que uno tenía por inteligente e incluso, lo cual es más valioso, por honrados y razonables, perder la dignidad apoyando la aprobación de una ley que ni tan siquiera han leído, que no dice lo que ellos creen que dice y, sobre todo, que no dice sólo lo que ellos creen que dice.
La ley de eutanasia no es una ley que permite a un señor con una enfermedad terminal decidir libremente su futuro para evitarse el sufrimiento del tramo final de su vida. Es más, esta ley se aplicará en este tipo de casos en un porcentaje muy minoritario de su ámbito de actuación. Porque, en realidad, esa ley no sólo permite también que los familiares puedan tomar esa decisión en determinados casos, a pesar de que el interesado no se haya pronunciado en el momento de haber estado consciente de sus decisiones, sino que otorga esa potestad a un profesional de la medicina.
Como puede verse, la torpeza, o lo que es peor, la mala intención con la que se ha elaborado la ley abre una infinidad de posibilidades en las que se tuerza la voluntad de la persona a la que se va a quitar la vida.
Sinceramente, yo estaría a favor de una ley en la que una persona decidiera voluntariamente dejar de depender de una máquina o poner fin a un sufrimiento extremo, insisto, siempre de manera voluntaria y garantizándose la plenitud de sus facultades. Pero lo que se ha aprobado en España no es ni mucho menos eso… o mejor dicho, no es sólo eso.
Una vez más, el movimiento de este Gobierno ha sido grave, pero mucho más lo es la cantidad de tarugos aborregados capaces de salir a manifestarse en favor de algo que ignoran soberanamente. Capítulo aparte merece el comentario de un socialista almeriense hace unos pocos días, que dijo en redes que esta ley es lo que demandaban la mayoría de los españoles. Si es imprescindible ser un ceporro para celebrar la aprobación de una ley que uno no ha leído, el ‘cum laude’ llega cuando, además, aseguras que es justo lo que la gente quiere. Insisto, más que pena, asco de política.
