VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?: A Pedro I el Falso ya sólo lo sostienen sus palmeros, por Víctor J. Hernández Bru.
Daban auténticas arcadas, amén de una profunda pena, al observar la caravana de sobadores de lomo, de empedernidos palmeros, de entregados y abnegados pelotas desfilar el domingo por las redes sociales para mostrar su inquebrantable adhesión al mortal y pandémico dúo dinámico que forman el ministro Illa ‘maravilla’ y ‘don Simón’.
El motivo no era que ninguno de los arrastrados serviles creyese realmente que hay motivo alguno para alabar la figura del ministro que no ha dado una en ni una sola gestión en la crisis del Covid-19 o del tipo que pasará a la historia por haber dicho, en los albores de la mayor pandemia que ha azotado a la España moderna, que el coronavirus o bien no tendría incidencia o que dejaría como mucho unos pocos contagios en nuestro país.
La gestión, errática y contradictoria, de esta pareja de ignorantes no puede merecer más que una continua reprobación y solicitud de dimisión inmediata, cosa que no hará porque no conocen la honra que es necesario tener para conjugar tal verbo.
Pero lo curioso es que, hasta el domingo por la tarde, eran pocos los que habían salido a la palestra para manifestar esa debilidad por los tipos que más errores han cometido en la gestión pública en los tres últimos meses. Obviamente, nadie se atrevía a mostrarse cercano a dos seres humanos con la misma pinta de cadáver político que la momia de Tutankamon.
¿Qué había pasado, entonces, en la tarde dominical? ¡Bingo! A mediodía, Pedro I el Falso, honrándonos con un nuevo capítulo de su ‘Aló presidente’, ese espacio que se ha asentado en la parrilla para que el falsario presidente se dedique algo más de una hora ante el espejo para que éste le cuente lo bello que es ante millones de españoles, dejó caer en el transcurso del mismo lo maravillosos que son ambos miembros de la versión moderna y política de los hermanos Calatrava.
Y a partir de ahí, el efecto resorte inmediato: miles de estómagos agradecidos, de esclavos ideológicos, de lisonjeros cobistas lanzados a tumba abierta por el desfiladero de la sobada de lomo, no sea que el gran líder o alguno de sus vigilantes lo echara en falta en la gran fiesta del palmero.
De verdad, queridos socialistas almerienses, no todos, porque aún hay muchos que anteponen su dignidad a este tipo de demostraciones de indignidad, ¿no os da vergüenza caer tan bajo, mostrar con tal claridad vuestra falta de autoestima, ser tan redomadamente pelotas?
