VÍDEOBLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
DIARIO DEL CORONAVIRUS, DÍA 31: Cuando algunos aún se preguntan por qué tengo tan claro que un analfabeto, un inculto, alguien sin ninguna experiencia en gestión y sin ningún bagaje, algo parecido a lo que el genial Ibáñez definía como un ‘burricalvo’ en los TBOs de Mortadelo y Filemón, no puede nunca llegar a ocupar un cargo público de responsabilidad, por muy buena persona que sea, por muy fundamentalista que sea de un partido o por muchos sobres que haya rellenado de papeletas en su juventud, es por esto.
Ayer, a medio camino entre la parodia y el drama, entre el esperpento y la imbecilidad astral, el consejero del Interior de la Generalitat de Cataluña, de nombre Miquel Buch, cuyo currículo refleja tan sólo un puesto de trabajo antes del salto a la política, el de portero de discoteca, desde el que pasó a ser primero concejal y luego alcalde de Premiá de Mar, antes de ser elegido consejero por algún lince, alguno de esos cazatalentos o ‘head hunters’ de la política, dijo que el que el gobierno central haya enviado un millón setecientas catorce mil mascarillas a Cataluña es una provocación.
Y lo dijo en serio, el tío, sin arrugar un músculo, sin descojonarse delante de todos los presentes, sin terminar su hazaña sacando uno de esos monigotes blancos del ‘Inocente, Inocente’ del inefable Juanma López Iturriaga.
El motivo esgrimido por este premio Nobel del soberanismo es que ese millón setecientas catorce mil mascarillas supone una cifra coincidente con la del año 1.714, en el que se dio un paso de gigante para terminar con la Guerra de Sucesión española, dado que fue entonces cuando Felipe V de Borbón, justo el que va antes del nuestro, del de ahora, en el listado de los ‘felipes’ monárquicos, entró en Barcelona un 11 de septiembre, fecha que años después, en otro alarde de estupidez colectiva, la Generalitat recuperó como la fecha de la Diada Catalana.
A la muerte del rey Carlos II de Habsburgo, aquella guerra, la otra gran Guerra Civil española, además de la del 36, la libraron el propio Felipe de Borbón y el Archiduque Carlos de Austria, en cuyo nombre siguieron dando luego el coñazo sus partidarios, los denominados carlistas.
Lógicamente, estas lecciones de historia no se las vamos a dar a un zoquete del tamaño del actual consejero del Interior catalán, entre otras cosas porque con él habría que empezar por cosas mucho más básicas, como por ejemplo que antes de comprometerse a adquirir 14 millones de mascarillas y repartir una entre cada catalán, conviene asegurarse que uno no va a quedar en ridículo, aunque ello sea algo que ya le importe poco, más que nada por habitualidad en el asunto.
Un día más, me veo obligado a repetir que cuesta trabajo pensar y recalcar que, con esta manada de intelectuales, vayamos a salir de ésta bien librados, pero lo haremos, sin duda… #Unidos.
