VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
Para los que creemos y luchamos por una igualdad real, vienen curvas, como cada arranque de marzo. La mentira del 8-M se repite cada año para seguir alimentando a ese constructo de chiringuitos integrados por gandules que han encontrado la más accesible ‘sopa boba’ y a ese ejército popular de analfabetos y analfabetas que honran a un nuevo dios, como excusa única para tener algo por lo que respirar, pero son incapaces de aguantar medio asalto dialéctico y razonable.
Llegan días en los que leer artículos vomitivos, mentiras encadenadas y panfletos que rebosan una incultura que avergonzarían al colectivo se hablara de lo que se hablara, salvo en el caso del feminismo, que es un tiburón al que el común amasa el lomo como si se tratase de un perro pachón.
Llegan días en los que escuchar impunemente todas las barbaridades que pasan por los rapados cerebros de gentuza sin oficio ni beneficio, aquello de “hetero muerto, abono para mi huerto” o «con los pelos de mi culo estrangulo machirulos» y similares, en un estado de cosas en el que ni mucho menos lo peor es que existan esos y esas analfabetas, sino que apenas se produzcan reacciones de rechazo masivo por parte de toda la sociedad.
Es el feminismo, la nueva forma de sectarismo totalitario basado en una mentira inicial. Sectarismo porque filosóficamente, un feminista no atiende a razones, tan sólo asiente mecánicamente todos y cada uno de los preceptos de su ‘religión’; totalitario, porque todo el que no está con ellos está contra ellos y ha de ser eliminado, socialmente apestado, personalmente aniquilado; y basado en una gran mentira, la de una igualdad que no defienden ante el basamento de una ‘igualdad a la carta’ en la que todo favorecimiento de la mujer está bien visto, a costa de la discriminación del hombre. Si el feminismo creyera en la igualdad real, propugnaría la custodia compartida, que le horroriza; o condenaría esa LIVG que propone penas diferentes por el mismo delito, según el acusado sea hombre o mujer.
En estos días, se pueden leer disparates como los de mi nunca bien ponderada Marta Soler, que el domingo publicaba un artículo titulado ‘Las tías machotas’, en cuyo título ya podrá adivinarse el grado de rigor y sensatez. Para esta señora, que por mucho que me duela es periodista como yo, las señoras no tienen derecho a ser de derechas, porque si lo son, se convierten en ‘machotas’ de ésas que “no necesitan ayuda cuando sus parejas les pegan e insultan de manera continuada”. Vamos, que ser de derechas es aceptar que tu hombre te pegue.
Como comprenderá mi querido oyente y lector, comentar tal sarta de gilipolleces sería ponerme a la altura de quien tan sólo puede ilustrar su pensamiento totalitario con rebuznos sólo explicables con algún profundo y seguramente incurable trauma infantil. Insisto, vienen días de escuchar mucho ‘pedo mental’.
