VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
Ha venido el ministro Planas a visitar la provincia después de las lluvias, vientos y granizos de Gloria y en la misma semana de las protestas de los agricultores, grito desesperado de un sector ignorado y maltratado. Y eso está bien, primero porque la obligación de un ministro es estar con quienes pagan su sueldo y no en palacio, rodeado de quienes aspiran a que se perpetúe en su cargo, para poder hacer ellos lo propio con los suyos; y además porque Almería debería ser un punto de encuentro constante para un ministro de Agricultura.
Hay quien dice que ha tardado demasiado y es posible que sea así, pero mi mayor reparo a su visita no está en el cuándo sino más bien en el cómo. Que el principal mensaje del máximo responsable de la agricultura española sea que es importante asegurar las cosechas, que hay líneas de ayuda en la Unión Europea y que con fe y trabajo se sale de todo es, como mínimo, desazonante.
No le pillará de sorpresa al ministro, con total seguridad, que le digamos que lo que el campo espera de la visita de un ministro en estas circunstancias son compromisos de respuesta a las demandas de un sector que cada año ve incrementarse sus costes de producción, ya la última ha sido la de los costes laborales; que ve cómo se reducen sus ingresos y sus márgenes comerciales, que observa cómo crecen los impuestos y las obligaciones y cómo nadie se toma en serio sus advertencias de que cultivar bajo plástico y de manera intensiva se está convirtiendo, poco a poco, en un negocio cada día más difícil de sostener.
Y luego está el fantoche ése, el tal Pepe Álvarez, campeón de los chupópteros que dirige el sindicato UGT, el de las mariscadas, el de los EREs, el de la financiación irregular y el choriceo generalizado, que ha tenido la holgura, la cara de cemento de llamar terratenientes de toda la vida a los agricultores que protestan por la subida del sueldo mínimo en Extremadura. Para él, sólo un mensaje: el día que coja una hazada o un pico, el día que trabaje más de cinco minutos, pero trabajar de verdad, entonces podrá limpiar la tierra de los zapatos de los agricultores.
Que gentes sin oficio ni beneficio, que no han pisado un invernadero en sus vidas, repitan ese absurdo mantra de que los agricultores se quejan por vicio no deja de ser una imbecilidad sin importancia; pero que un ministro llegue a la provincia del cultivo intensivo bajo abrigo por excelencia en España y, en lugar de responder a las demandas de los productores y proponer líneas de colaboración, medidas concretas y propuestas para mejorar la situación general del sector se dedique a hablar de fe y de trabajo es, como poco, una oportunidad perdida; y, como mucho, una cierta falta de respeto a quienes acaban de perder millones de euros debido a la catástrofe de Gloria.
