VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
Sin que hayan explicado demasiado bien por qué, los sindicatos de clase UGT y Comisiones Obreras han puesto el grito en el cielo a propósito de las proyecciones que han hecho otros sindicatos, las organizaciones profesionales agrarias Asaja y Coag, a propósito de lo que supondrá en el sector agro la subida del sueldo mínimo.
Ayer, un agricultor y al mismo tiempo presidente de cooperativa, José Miguel López Cara, constaba aquí en Es Radio que ya se está dejando notar en el campo un abandono de los cultivos que requieren más mano de obra y su sustitución por otros que demandan menos, ante la imposibilidad de subir los sueldos a trabajadores que reclama el aumento del salario mínimo.
De la misma manera, las asociaciones profesionales han adelantado que serán muchos los negocios hortofrutícolas que pondrán en cultivo menores cantidades de terreno, a fin de poder afrontar su explotación con los recursos de sus propias familias y sin tener que realizar contrataciones externas.
Esto es, ni más ni menos, que lo que quienes conocen el campo, la agricultura, quienes llevan décadas manejando números y parámetros profesionales, laborales y de negocio en el sector han concluido. Y lo han hecho desde posiciones progresistas como las de Coag o liberales como las de Asaja.
Y enfrente, ¿cuál ha sido la reacción de los sindicatos de toda la vida, los de clase, los que tienen un nivel de representatividad bajísimo en el sector? Llamar hipócritas a las conclusiones de Asaja y Coag y decir que no, que están todos equivocados, que ellos, que no han pisado un invernadero en su vida, que ignoran la cantidad de jornaleros que hacen falta para sacar adelante la plantación de una hectárea de pepino o la recolección de hectárea y media de tomate, están convencidos de que aumentar los costes laborales de las fincas agrícolas no traerá consecuencias.
Y así con todo: porque los sindicatos son un gravísimo problema que tienen las relaciones laborales de este país, desde su posición de fabricantes de disidencias y controversias que son precisamente el combustible que alimenta su propia existencia.
Ah, y antes de terminar, sólo una pregunta: ¿alguien sabe qué es lo que va a pasar con los trabajadores que no harán falta cuando algunas explotaciones se cambien a cultivos que necesiten menos mano de obra o sencillamente dejen sin cultivar el 20 o el 30% de su superficie? No, al limbo no irán; irán al paro; a ese misterioso lugar donde quienes cotizamos y trabajamos hemos de destinar parte de nuestras contribuciones a subsidios por desempleo. El limbo es otra cosa; el limbo es el hábitat natural de determinados sindicatos y partidos políticos, donde la realidad es de color de rosa hasta que llega la Unión Europea a rescatarnos.
