VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
Si tengo que ser sincero, no me he tragado nunca la normalidad ésta con la que aceptamos que nuestros políticos, nuestros empleados a sueldo, nos mienten como y cuando les da la gana. Que nos engañen sin pudor, sabedores de que mañana ya se nos habrá pasado el mínimo disgusto si es que lo llegamos a tener, que nos prometan cosas que saben que es imposible cumplir, que fabriquen datos falsos para mayor gloria de sí mismos siempre me ha parecido intolerable.
Pero estoy muy seguro, pero absolutamente seguro, de que en estos días de enero hemos alcanzado la mayor cota de falta de vergüenza, en este sentido, en toda la historia de España; ésa historia que llevo décadas estudiando y que me interesa enormemente conocer, como método para intentar equivocarme lo mínimo en esta vida.
Acabamos de asistir, prácticamente impertérritos, a la llegada al gobierno de un presidente del gobierno que días antes decía que nunca ha negociado con ERC y EH Bildu, pero que nada más pasar las elecciones se sentaba con ellos para llegar a un acuerdo para sus apoyos vía abstención; y que dijo que no podría gobernar con Unidas Podemos porque ello le produciría insomnio, pero que en menos de 24 horas tras los comicios estaba firmando un documento con Pablo Iglesias y partiéndose mutuamente con él las costillas, a base de abrazos.
Que Pedro Sánchez no tiene ningún respeto por la verdad es algo ya público y notorio, pero no nos centremos en él, porque no es el único ni mucho menos. Su compañera y sin embargo enemiga de partido, Susana Díaz, se desgañitaba en 2016 diciéndole a Iglesias en la distancia que ni se pensara que con los votos de los andaluces iba a pagar él los peajes que tenía con los catalanes y con la señora Colau. Esos votos han servido exactamente para ello y la Díaz se ha quedado más muda que su padrino Chaves ante la Comisión de Investigación de los EREs.
Pero no nos detengamos ahí. Ayer rememorábamos las palabras de Pablo Iglesias, ese vicepresidente con pinta de portero de discoteca a la entrada de La Moncloa, acerca de la entonces ministra de Justicia, Dolores Delgado, ya sabéis, Lola, de la que decía que alguien que había estado tan próxima a las cloacas del Estado no podía seguir en política. Pues bien, ayer el marqués de Galapagar, ese que bautizó como casta a los políticos de 2015, cuyos ingresos y patrimonio ha superado con creces de aquel tiempo a esta parte, decía ayer que apoya el nombramiento de la misma Lola, no otra sino la misma, porque merece una oportunidad.
Queridos amigos, éstos son los especímenes que nos van a gobernar. Si alguien tiene alguna sugerencia sobre lo que hacer, soy todo oídos. Es la filosofía del ‘si te he visto no me acuerdo’, pero sublimado a la máxima potencia de la poca vergüenza.
