VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
El año ha comenzado con fecha, hora, plan de trabajo y protagonistas de la sesión de investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. A estas alturas, no creo que a nadie le quepa ninguna duda de que el presidente, aún en funciones, tiene un objetivo tan fuerte, en el que cree con tal convicción que ni siquiera la evidente inconveniencia de los compañeros que necesita para el viaje le hace desistir en el empeño.
Es más que obvio que a Pedro Sanchez le hubiera gustado no tener que compartir gabinete con un partido cuyos pesos pesados son gente de tan poco peso, perdón por el juego de palabras, como Pablo Iglesias e Irene Montero, compañeros de gobierno que no hace mucho recordaban en sede parlamentaria que su partido es “el de la cal viva”, cogobernantes que se han hartado de hacerse fotos amigables, participar en actos de apoyo y protagonizar manifestaciones en favor de los asesinos de ETA; sostenes indispensables para el gobierno, que se autodefinen como anti-sistema y que tienen entre sus postulados fundamentales destruir la democracia del 78, la que aún compartimos, la que construyeron, entre otros, los dirigentes históricos y de consenso del PSOE y del Partido Comunista.
Pero hay más, claro. Estoy convencido de que a Pedro Sánchez no le gusta ni un pelo que su investidura dependa de los votos del partido heredero de ETA, haberse tenido que sentarse a negociar, de tú a tú, con lo representantes de HB Bildu, partido que promueve los actos de apoyo a personas que han asesinado a representantes del propio PSOE.
Es más, segurísimo que a Pedro Sánchez no le agradará en absoluto tener que incumplir aquellas palabras que ha pronunciado en infinidad de ocasiones, por ejemplo en aquel debate televisivo en el que le decía a Albert Rivera, que en paz descansa, que ni había pactado ni pactaría con terroristas ni independentistas. Tener que tragarse aquel sable, levantarse por las mañanas sabiendo que sus votantes, incluso sus compañeros de partido ven de vez en cuando aquel vídeo, no debe ser plato de buen gusto.
Y qué decir del pacto con nacionalistas vascos e independentistas catalanes. Cómo va a gustar al presidente tener que ceder el control del tráfico en el País Vasco al gobierno autonómico, concretando al que ni siquiera ETA logro: la expulsión de la Guardia Civil de esa parte de España; o la concesión de que el gobierno vasco pueda hablar en nombre de Navarra.
Pero seguramente lo más doloroso para Sánchez hayan sido las concesiones a Esquerra Republicana de Cataluña, sobre todo aquella de una consulta popular sólo en Cataluña, que es justo lo contrario de lo que prometió Sánchez sobre la ilegalización de ese tipo de consultas. Que un presidente haga justo lo contrario de lo que prometió debe hacer sentir especialmente mal a Pedro Sánchez.
Insisto, no cabe duda de que debe haber una causa muy mayor para tanta contradicción y tanto daño a su propia figura. Lo que no sabemos es cuál es esa razón…
