VÍDEO BLOG #MIEDODEQUÉ?, por Víctor J. Hernández Bru.
En mi vida, he dicho cientos de veces, sin exagerar, que no me gusta nada la cultura de las peticiones de dimisión que rodea a determinados ámbitos de nuestras vidas, entre ellos a la política. Y no me gusta porque esa inclinación al ‘dimisionismo’ está trufada, prácticamente al cien por cien, de la filosofía de la ´paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, es decir, que activa con pasmosa facilidad cuando se trata de casos ajenos y se encasquilla como un viejo rifle oxidado cuando la cosa va con uno mismo.
Ayer dimitió Albert Rivera, un político que, salvo a los campeones del sectarismo, como ese mindundi auto-elevado a la categoría de boca-chancla político que es Óscar Puente, ha atraído de una u otra manera a todo el mundo. Rivera es un tipo valiente, fresco, sincero e innovador, que también ha tenido sus garrafales fallos, entre otros, pecar de cierto idealismo cuando no tocaba y, sobre todo, tratar de agradar a todo el mundo, lo cual suele ser sinónimo de terminar no agradando a nadie.
Una dimisión que, por un lado, me ha parecido absolutamente innecesaria, puesto que si se castigarse por los errores se trataba, Rivera ya tenía su castigo, uno durísimo en forma de diez exiguos e intrascendentes diputados, tras un batacazo de padre y muy señor mío; y, por otro, sin duda has ido una medida que incrementa el daño a su propio partido, a esa formación que él mismo forjó desde el principio y que ahora le necesitaba más que nunca.
Aún así, una dimisión que le honra, en un país en el que en ocasiones nos enfrentamos a auténticos chorizos, sinvergüenzas, vividores, ineptos, temerarios, déspotas, ególatras y todo tipo de animalitos que, ni siquiera al ser cogidos con las manos en la masa, permiten que se les pase por sus empolvadas cabezas la posibilidad de dimitir, entre otras cosas porque en ningún otro sitio encontrarían manera alguna de sobrevivir sin dar un palo al agua, como llevan haciendo toda la vida.
Rivera es un perdedor de la jornada del 10-N. Un gran perdedor. Pero no el mayor perdedor. Ése es el tal José Félix Tezanos, presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas, un tipo que ha confirmado no tener ni el más mínimo ápice de vergüenza, un pésimo profesional de lo suyo, del que todo el mundo ha sabido en todo momento que no llegaba a tal puesto de responsabilidad para ejercer su labor de sociólogo, sino para fabricar encuestas a medida de su amo, del que lo ha colocado ahí y paga su generoso sueldo, con el objeto de influir en la opinión pública en materia política y electoral.
A Tezanos, muchos colegas le han dicho que estaba manipulando la realidad sociológica de las encuestas y él mismo sabía que estaba yendo a contracorriente, que era imposible que todos los demás estuvieran equivocados en contra de su criterio. Pero ha mantenido su falacia hasta el final, porque el objetivo no era acercar, sino favorecer a Pedro Sánchez, con el dinero de todos.
Tezanos se ha dado una leche profesional bastante más potente que la de Rivera, pero él no va a dimitir. Ambos han cometido errores, pero hay una diferencia abismal entre ambos: y es que uno de los dos tiene vergüenza. Por cierto, el otro tiene perro; un perro que se llama Lucas.
